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En Bwindi vive la mitad de la población de gorilas de montaña. |
Es el gran momento. El gran día. Eso por lo que uno ha venido hasta
Uganda: la observación de los gorilas de montaña. Los diez días de safari están
tocando a su fin y cómo no, he dejado para el final la visita a los gorilas de
montaña. ¡Cuanto tiempo esperando este momento y cuantas cosas pasan por la
cabeza previas al gran encuentro! Después de un sabor de boca agridulce en la última
experiencia con los chimpancés, parece como si todas las esperanzas de éxito
del grupo en este safari fuera ver o no ver a los gorilas. He ahí la cuestión,
que diría algún personaje Shakespeariano. En realidad sabemos que los días
vividos en los parques de Uganda han sido fantásticos, inolvidables, pero
queremos ganar el partido con un gol por la escuadra. Cuando preguntamos a los
guías la tarde antes sobre la posibilidad de ver a los gorilas no dudan:
hundred percent!! hundred percent!! Las orejas se nos abren más que las de
cualquiera de los enormes elefantes que he hemos visto en Queen Elizabeth.
Estamos escuchando justo lo que queríamos oír y los ánimos se van a la cama a
tope.
No es época de lluvias pero no cesa de llover durante toda la noche. A
las 6,30 h. estamos listos para desayunar. Los nervios no dejan mucho hueco al
hambre ni a la comida pero hay que desayunar fuerte ya que los gorilas, si los
encontramos, pueden estar a 30 minutos… o a 6 horas montañas arriba.
Las montañas en torno a los 2.000 metros del parque nacional del Bosque impenetrable de
Bwindi amanecen envueltas por la niebla. El espíritu de Dian Fossey parece
querer ambientar nuestro día para ver sus gorilas en la niebla. Aunque a ratos,
no cesa de llover. A las 8 h. estamos en el centro de recepción, donde además
del pertinente permiso (500 $ por persona y día) se ha de presentar el pasaporte.
Después del registro (acreditación) de cada visitante se imparte un corto
briefing sobre el parque nacional y la situación de los gorilas de montaña en
el mundo. Las normas de comportamiento cuando los veamos se reservan para el
guía del grupo antes del contacto visual con los gorilas.
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Bosque Impenetrable de Bwindi envuelto en la niebla. |
En Bwindi viven 340 gorilas de montaña, casi la mitad de los
existentes en el mundo, que se distribuyen por los montes Virunga entre los
parques nacionales Virunga (Congo), los Volcanes (Ruanda), Bwindi y Mgahinga (Uganda).
200 de ellos están “dedicados” al
turismo y viven repartidos en 8 familias o grupos de gorilas: Habinyanja,
Rushegura, Mubare, Bitukura, Oruzogo, Shongi, Nkuringo, Mishaya y Kahungye. Nos
ha tocado el grupo Mishaya, que vive en la selva más meridional de Bwindi.
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El silverback es el macho dominante. Tranquilo pero siempre atento... |
Después de quedarnos atrapados en el barro arcilloso de la pista con
el coche varias veces en plena época seca (¡¡cómo será esto en época de
lluvias!!), a las 9,30 h. estamos en el punto de inicio del sendero. Allí nos
esperan chavales que se ofrecen como porteadores (15 $). Los grupos están
formados por un máximo de 8 turistas/día para cada familia de gorilas. Hoy en
el nuestro somos siete, un guía, un ranger armado (por los elefantes de
bosque), y pronto se suman dos porteadores más. Delante del grupo salieron a
las 7 de la mañana los dos rastreadores que se encargan de localizar, en base a
la posición del día anterior, a la familia de gorilas. Llevan una radio que
servirá para guiar más tarde en este mar verde a nuestro cabecilla hasta la
posición exacta de los grandes simios. Sin la labor rastreadora de estos dos
rangers sería imposible localizarlos.
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Ya me faltaba poco para llegar hasta ellos... |
Comenzamos a caminar y sigue lloviendo. Pronto nos envuelve la niebla.
Tras una hora y media de marcha y varias comunicaciones por radio con los
rastreadores, finalmente salta la noticia más esperada: ¡han encontrado a los
gorilas! A medida que la noticia se comunica de la cabeza a la cola del grupo,
las caras de felicidad van cambiando como cuando se realiza una “ola” en la
grada entre el público de un partido de fútbol. Una hora más tarde, después de
avanzar en fila india por la “Bwindi” (significa oscuridad) de este bosque
impenetrable, llegamos por fin junto a los rastreadores y los gorilas. El guía
nos indica que hay que dejar en el suelo mochilas, bastones, agua, etc. todo
excepto la cámara y lo que vayamos a necesitar (batería de repuesto, tarjetas
de memoria). No se puede comer ni beber delante de los gorilas. No aguantar la
mirada del macho dominante. No realizar movimientos bruscos ni hablar alto. Si
el macho se acercara a alguien del grupo (cosa muy muy poco probable), hay que
agacharse sin mirarle a los ojos y coger hojas y ramas del suelo para fingir
comer en actitud de sumisión. Respecto a las fotos, no se puede usar flash. A
partir de este momento el contacto con los gorilas está limitado a 1 hora
máximo y no podemos acercarnos a menos de 8 metros. Otra cosa es que
ellos se aproximen…
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Los gorilas pueden estar a 30 minutos... o 6 horas montaña arriba. |
Justo cuando dejamos las últimas mochilas en el suelo, la niebla
desaparece para dejar lucir un sol espléndido. Ni en el mejor de los sueños.
Los gorilas necesitan como nosotros las vitaminas del sol, así que después de
un par de días de lluvia, el macho dominante (espalda plateada o silver back), un
macho joven y una hembra con un bebé -cuatro de los doce gorilas que forman la
familia Mishaya-, salen a una zona abierta del bosque y no dudan en tumbarse a
comer y tomar el sol. Lo que sigue os lo podéis imaginar. O quizá no. Hay que
vivirlo.
Importante: la
observación de gorilas requiere de una forma física normal y no se permite a
menores de 14 años. No olvidéis en el equipo una capa de agua, unos guantes
para agarraros a la vegetación (hay ortigas) y unas polainas de las que se
colocan en las pantorrillas y se sujetan a las botas para tapar los tobillos.
En realidad es para impedir que se metan por dentro del pantalón las molestas
hormigas rojas, que propinan inofensivos pero dolorosos mordiscos. Al inicio
del sendero os dejarán un palo a modo de bastón que sirve de gran ayuda en el
resbaladizo terreno.