martes, 8 de febrero de 2011

El campamento de los elefantes


Una foto antes de retirarse prudentemente...


Fue mi primer contacto con el África negra. Después han seguido muchos otros –víctima sin cura del Mal de África- pero éste fue el primero y como tal, lo recuerdo bien y muy gratamente. Había estado con anterioridad en África pero siempre en países árabes, en África presahariana. La llegada a Tanzania fue fruto de lo que iban a ser unas relajadas vacaciones en Zanzíbar sin pisar el continente, pero esa es otra historia que por cierto siempre agradeceré a Nuria y la empresa Kibo.
Unas horas después de aterrizar en Zanzíbar, gracias a ella, volaba hacia Arusha para continuar por tierra a Sinya. Era el lugar, a las faldas del Kilimanjaro, del que Nuria me hablaba maravillas. La primera vez que uno piensa en venir a Tanzania sus deseos se centran en los grandes parques como Serengeti y Ngorongoro. Sinya no venía ni en el mapa, así que la cosa prometía. Son de esos sitios que sin verlos me gustan. Allí se encuentra Kambi ya Tembo (el campamento del elefante). Se trata de un campamento ecoturístico a los pies del Kilimanjaro gestionado de forma sostenible junto a la comunidad masai local y donde viven –doy fe- los ejemplares de elefante africano de mayor tamaño. Nuestro anfitrión, Kipululi ejerció además de guía en el safari a pie. Cuando uno camina en esta sabana espera ver jirafas, cebras, impalas, acacias, etc., pero de los gigantescos paquidermos mejor sólo de cerca… las huellas. Estábamos en su campamento, en su casa, así que ya se encargarían ellos de venir a visitarnos e invitarnos a salir de las tiendas –sin perder ocasión eso si de sacarnos una foto del inolvidable momento en el que acudieron en manada al campamento-. Los elefantes se mueven cada jornada en busca de agua para saciar su sed de 100 litros diarios y, como era época seca, supongo que los cubos de agua para la ducha situados encima de cada tienda suponían un auténtico caramelo.
Que gran momento. Sinya es contacto directo con la naturaleza africana. Sin tapujos. Sin las aglomeraciones de coches de los grandes parques nacionales. Una delicia vamos.

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