En Sierra Nevada vive la mayor población de Cabras montesas |
Las cumbres de Sierra Nevada
son el escenario idóneo, en la época en la que la nieve desaparece y el
alimento está disponible, fundamentalmente en el piornal y los pastizales de
alta montaña, para observar (de cerca) a las cabras montesas, emblema de la
fauna local. Hembras y machos se mueven por separado pero son animales
gregarios; un grupito de 5-6 hembras con crías allí, otro grupito de 3-4 machos
por allá. Caminando con calma se observan con facilidad estos enormes bóvidos
ibéricos. En Sierra Nevada hay muchos, de hecho aquí vive una población
estimada en unos 20.000 individuos, la mayor población de la península Ibérica
y por extensión, del mundo, ya que la especie sólo se encuentra en las montañas
de la piel de toro (endemismo), donde viven alrededor de 50.000-60.000 cabras
montesas. Capra pyrenaica hispanica, a
la que pertenecen las cabras de Sierra Nevada, es la subespecie más extendida en la península. La cabra montesa se
distribuye por las montañas españolas con especial profusión en la franja mediterránea
y litoral, en enclaves como las Sierras de Tejeda y Almijara (Granada y Sierras
de Loja y Alhama (Granada-Málaga), las Sierras de Málaga, Sierras de Cazorla,
Segura y las Villas (Jaén), Sierra Mágina (Jaén), etc. Las sierras de Beceite-Tortosa
(Tarragona-Castellón) o la Muela de Cortes (Valencia) albergan fuera de
Andalucía buenas poblaciones de la subespecie.
Hembra descansando al borde del camino, con la cumbre del Veleta al fondo |
Capra pyrenaica
victoriae (fundamentalmente en las poblaciones de las sierras de
Gredos, Las Batuecas y Guadarrama) y las
extintas Capra pyrenaica pyrenaica (el
bucardo, en Pirineos) y Capra p. lusitanica
en la vecina sierra de Geres (Portugal) completan el cuarteto subespecífico del
endemismo ibérico.
Entre noviembre y enero tiene lugar el periodo de celo,
cuando machos y hembras se unen y los primeros protagonizan espectaculares
peleas para ver quién es más fuerte y disfruta el privilegio de dominar el
harén de hembras por unos días. Los violentos choques de sus poderosas
cornamentas rasgan el silencio durante los combates. Tras las cópulas, que sólo
los machos dominantes realizan, las hembras buscan la protección del bosque
(fundamentalmente encinar) para desarrollar sus épocas de cría y especialmente
el parto, rodeadas de alimento y buena cobertura forestal. Se mueve siempre por
sustratos rocosos, donde se desenvuelve a las mil maravillas, con una capacidad
de escalada increíble subiendo por terrenos casi verticales. En las cumbres de
Sierra Nevada se desplaza por el sustrato de esquistos metamórficos que componen
la franja más alta del macizo. Allí camina y salta entre cascajares, rocas
aborregadas y estrías glaciales. A primera y última hora del día se las ve en
las zonas de borreguiles, bebiendo agua en alguna de las lagunas de alta
montaña del macizo. Es muy frecuente ver su inconfundible silueta recortada
contra el cielo en algún escarpe rocoso, observarlas descansando plácidamente
tumbadas en las rocas, siempre atentas y con amplio campo de visión, al abrigo
del viento que tan poco les gusta. En los días de calor y en las horas
centrales de la jornada, se tumban entre las sombras de las rocas, pasando casi
desapercibidas a la vista gracias al mimetismo que les proporciona su pelaje
marrón. Son las dueñas y señoras de las
cumbres por lo que a mamíferos se refiere y no dudan en acompañarnos hasta la
misma cima del Mulhacén. Siempre que camino por estas alturas en primavera y
verano disfruto con su presencia, con su
compañía, pues se mueven despacio y con aparente indiferencia ante la presencia
humana, casi como compañeras de ruta. Un lujo a la hora de fotografiarlas con
estampas como la del Veleta, la Alcazaba o el Mulhacén como inmejorable telón
de fondo.
Macho montés en la falda del Mulhacén |
Os recomiendo el sendero de las Cumbres entre la Hoya de las
Mora (y Posiciones del Veleta) y el Alto del Chorrillo para observarlas. Un
objetivo corto para fotografías panorámicas en su hábitat y un tele tipo
100-300 mm es más que suficiente para regresar a casa con las mejores fotos de
cabras. Caminar despacio y en silencio, disfrutando además con la observación de los muchos endemismos de flora y fauna de alta montaña. Como alojamiento, las villas de Bubión,
en la Alpujarra de Granada, y de Láujar de Andarax (Alpujarra de Almería) son una
magnífica opción. Más próxima a las cumbres la primera.
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