miércoles, 27 de enero de 2016

Kanha y el afortunado encuentro con los perros salvajes indios


El parque nacional de Kanha es probablemente uno de los más bellos de India. Sus paisajes están íntimamente relacionados con Kippling y su célebre obra El Libro de la Selva”, y uno, cuando llega a este parque del Madhya Pradesh, viene sobre todo en busca del tigre. También del gaur (bisonte indio) y del barasingha (ciervo de los pantanos). Es el mejor parque para observar a estos dos últimos animales (el único en el caso del barasingha) y sin duda uno de los mejores también para ver al gran felino indio, la estrella de los safaris fotográficos en el subcontinente. Y en esas estábamos, avanzando por la pista principal a primera hora de la mañana con la esperanza de toparnos a la salida de alguna curva con la presencia del señor de Kanha, el tigre de Bengala, que a esas horas del día, gusta de caminar por los caminos y pistas para retirarse a descansar. Detenemos el vehículo junto a unos chitales, una madre con un par de crías. Con los jirones de niebla, que todavía se resisten a deshacerse, estos cérvidos –su presa favorita- pastan alerta, escudados en el camuflaje que sus motas le proporcionan entre las hierbas circundantes. La más pequeña de las crías se dispone a cruzar  la pista cuando de repente, de la nada, aparecen dos perros salvajes indios (dholes) para cazarla en pleno salto. Toda la escena se desarrolla en una milésima de segundo. Primero uno de los perros sale hacia el trío de chitales obligando a la cría a hacer un escorzo y esquivarle en dirección contraria a su madre. Craso error, del otro lado de la pista sale otro dhole, y la atrapa al vuelo mordiéndola en la garganta con una precisión quirúrgica. Todo en un abrir y cerrar de ojos. Cubierta la posible retirada por el primero de los perros el pequeño chital fue directamente a las fauces del segundo, que aguardaba agazapado… Un ataque perfectamente coordinado, el primero perro, sabedor de que su pareja remataría la faena, centró su atención en la madre y la otra cría, no sé muy bien si intimidándolas para evitar una posible defensa materna o, por si la otra cría seguía la misma dirección que su hermana, dar buena cuenta de ella. Todo, como digo, en una milésima de segundo, entre una nube de polvo y los primeros rayos de sol que empezaban a colarse en la espesura del bosque de árboles de sal.  

Ambos perros desaparecieron por donde habían llegado pero con su premio en la boca. Arrancamos el coche para avanzar hasta el lugar de la escena, que ocurrió cincuenta metros delante nuestro, pero no pude más que apreciar cómo se escondían entre los arbustos para degustar su desayuno. No sé si será la primera y última vez que vea un dhole. Es probable.


El perro salvaje indio es uno de los animales más raros de ver en un safari fotográfico. Probablemente sea el parque nacional Pench, donde existe una mayor densidad de la especie, donde uno espero toparse con alguno (con mucha suerte, claro) pero no en Kanha. Al menos uno no cuenta con ello, pero la naturaleza es grande y en esta ocasión, no exenta de la fortuna de estar en el momento justo, en el lugar adecuado y mirando hacia el sitio oportuno, quiso premiarme con esta experiencia llena de adrenalina. Lo cuento en mi Gran Ruta por los parques nacionales indios en busca del Tigre de Bengala, y si complejo es observarlo en libertad, no diremos nada si encima es en plena caza… Un momento mágico, secuencia sin gran calidad fotográfica por lo fugaz del encuentro, que he querido compartir con todos vosotros.

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