Acabo de regresar de un nuevo viaje a Tanzania. Han sido casi
veinte días recorriendo los parques nacionales del norte del país dentro de mi
viaje de autor en colaboración con Ecowildlife Travel a la Cuna de la Humanidad
y coincidiendo con la gran migración en tierras tanzanas. En realidad han sido
dos viajes en uno pues gracias a la fenomenal acogida de este viaje, el primer
grupo de Semana Santa, se amplió con una segunda salida en la semana posterior.
Casi 30 viajeros me han acompañado en este primer viaje del año al continente
africano (aprovecho para dar gracias a todos ellos). Viajeros que, juntos, hemos
tenido ocasión de disfrutar de los paisajes de siempre teñidos de un verde como
corresponde a esta época del año a caballo entre el polvo de los días de sol y
los barrizales de las primeras lluvias. Los dos últimos días en Serengeti la
meteorología dejó claro que la temporada de lluvias fuertes había llegado para
quedarse.
Y entre tanta belleza paisajística visitando los parques
nacionales de Tarangire, Lago Manyara, Serengeti y el Área de Conservación del
Ngorongoro, en ambos safaris el elemento dominante ha sido el afortunado
encuentro con los grandes mamíferos. En
total han sido un centenar de leones, 9 rinocerontes negros, 6 guepardos (uno
de ellos una hembra con cuatro pequeños cachorros), 7 leopardos y al fin, el
ansiado caracal.
El viaje ha deparado momentos del día a día de los felinos
que siempre son difíciles de observar. Es el caso de la cacería de una cría de
ñu por parte de un par de guepardos delante mismo del vehículo (brutal!!) o el
árbol de la salchichas donde se encontraban un par de leopardos con la despensa
llena (dos gacelas que se comieron también delante de nuestros atónitos ojos). Pero
el que ha sido mi encuentro del safari tiene que ver con el caracal (Caracal caracal). Mi primer caracal.
Había tenido la fortuna de ver 4-5 servales anteriormente, incluso un gato salvaje
africano (especies muy difíciles de ver por su carácter solitario y nocturno)
pero nunca antes me había topado con un caracal, felino de tamaño medio, con
aspecto de puma y orejas de lince. Algunos se refieren a él como el lince
africano. Bello animal que también por su carácter solitario y hábitos
nocturnos, no había tenido la fortuna de observar en libertad. Hasta ahora. Ha
sido un momento mágico, lejano y fugaz, pero mágico. Allí campaba de regreso a
su morada, por las praderas cercanas a Naabi Hill. Las fotos no son las mejores
pero si el testimonio de este bello recuerdo, un encuentro que no olvidaré. África,
siempre África.
Que periplo tan increíble!!! Cuando leo cosas sobre estas bellezas de África, es en los únicos momentos en que me gustaría retroceder en mi vida 15 o 20 años. África es el continente pendiente para mi próxima vida. Gracias por compartir tu viaje.
ResponderEliminarGracias Araceli por tu comentario. Ánimo con ese sueño pendiente de conocer África. un saludo
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