sábado, 30 de julio de 2011

Volcán Pacaya, el más activo de Guatemala


Guatemala posee nada más y nada menos que 325 focos eruptivos, 33 son volcanes “en toda regla” y 3 de ellos activos con el Pacaya como el más “animado”. Con este currículo y su historia volcánica no es de extrañar que los volcanes de este precioso país centroamericano sean uno de los principales recursos turísticos.

No obstante la subida al volcán Pacaya surgió por casualidad, charlando con el guía que nos mostraba todas las cosas que teníamos que ver en Antigua y repasando el apretado programa de los futuros días de viaje. Desde Antigua se observan algunos de estos conos y cerros volcánicos. Paseando por sus calles empedradas llenas del mismo colorido indígena que preside todo el país, no es difícil dar con fotos de volcanes en activo. “Excursión al Pacaya” era un cartel que se repetía bastante en los escaparates de las agencias de viaje locales. Ante la pregunta a nuestro guía sobre la citada excursión dijo: “si, es muy espectacular y está a 45 minutos de aquí”. Dicho y hecho, no había tiempo que perder. Cambiamos la comida reposada por un buen bocata para ganar tiempo, cogimos el calzado apropiado y esa misma tarde salíamos hacia el volcán.


La subida se realiza por un sendero del parque nacional bien señalizado y sin pérdida posible desde San Francisco de Sales. Aproximadamente a una hora de sencilla subida se llega a “la Meseta” desde donde se tiene una buena panorámica del cono volcánico y los ríos de lava que fluyen lentamente por su ladera. Desde aquí la subida se empina notablemente y es necesario caminar sobre el lapilli. El suelo de picón es suave pero muy incómodo para caminar pues, con pendiente, es bastante resbaladizo. Es preciso subir lentamente y afianzando las zancadas unos 30 minutos más. Como se suele decir “por cada paso adelante se dan dos para atrás”. Se puede acceder hasta la cima (2.552 m.) desde la que se divisa una panorámica circular en la que sobresalen el vecino Cerro del Agua y los volcanes Acatenango, Agua y Fuego si el día está despejado.
En la ladera la lava asoma por varios puntos así que es difícil resistirse a acercase a alguno de los ríos de magma. El acceso es cómodo caminando entre bombas volcánicas de diferentes tamaños y duros cordones de lava.


Como mi madre me enseñó de pequeño que con el fuego no se juega, decidí no acercarme más. Bueno por esta afirmación categórica y porque el calor era insoportable, un paso más y la suela de las zapatillas pasaría a formar parte del paisaje magmático, así que no estaba dispuesto a regresar descalzo y chamuscado.

El regreso tuvo bastante de anecdótico ya que como estuvimos esperando a la caída de la noche para apreciar el vivo color naranja de la lava fluyendo, ahora había que volver ¡sin luz!. Es lo que tiene improvisar… Al igual que nosotros, infinidad de personas que les había pasado lo mismo y no tuvieron la precaución de traer una linterna (no olvidarla). La tecnología se alió con nosotros y fuimos bajando alumbrándonos con la luz del teléfono móvil, de la mano en algunos puntos para no tropezar con alguna raíz o resbalar en las zonas más embarradas. Abajo y de regreso al lodge en Antigua la emoción nos embargaba por haber estado tan cerca del volcán más activo de Guatemala.


… El 27 de mayo de 2010, cuatro años después de realizar esta excursión, el volcán erupcionó violentamente con trágicas consecuencias, pero he querido mostraros el texto de mi experiencia tal y como aparece en mi diario de aquel día de agosto de 2006.

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