sábado, 1 de octubre de 2011

Tarangire, mis primeros felinos entre los baobabs de Tanzania

Parque nacional Tarangire
En las orillas del río Tarangire se concentra la vida, sobre todo en época seca.

Mi primer contacto con un parque nacional africano fue Tarangire. Sobra decir que le profeso un gran cariño. No fueron mis primeros safaris fotográficos pues venía de la reserva de Sinya, a los pies del Kilimanjaro, donde había visto los elefantes más grandes que he visto en mi vida.
Se cumple ahora un año de la puesta en marcha de este blog y, a modo de cumpleaños, he querido regresar a las tierras tanzanas en las que se consolidó mi fascinación por los safaris fotográficos y se despertó el amor eterno a la fauna y los paisajes de África.
Comencé este blog con una serie dedicada a Kenya y los parques y reservas más próximos a al norte de Tanzania, donde se encuentra Tarangire. Abro paréntesis para felicitaros a todos vosotros también, que al fin y al cabo sois los que leéis mis peripecias por el mundo y dais sentido al blog. Me reconforta mucho saber que lo que os cuento en cada post gusta y se sigue (sería muy triste “escribir al aire”), y me enorgullece saber que muchos seguís mis sugerencias en vuestros viajes. GRACIAS.

Los baobabs son los árboles más emblemáticos del parque.


El parque nacional Tarangire se encuentra en la zona por excelencia de los safaris tanzanos y suele formar parte de un viaje a través de otras áreas protegidas como el lago Manyara –famoso por sus leones trepadores-, el cráter del Ngorongoro una de las maravillas naturales por excelencia de África y el célebre Serengeti. El punto de partida y de final del viaje es Arusha, donde se encuentra el aeropuerto internacional Kilimanjaro.



Un leopardo (mi leopardo) dormita en la rama de un baobab.


Tarangire es un territorio de 2.800 kilómetros cuadrados y relieve eminentemente plano, importante por el magnetismo que ejerce el río Tarangire sobre la fauna residente y migratoria. En el paisaje dominan los baobabs, ese árbol tan característico porque parece que ha sido plantado al revés, con la copa bajo tierra y las raíces al aire. Sobre una de esas “raíces”, una gruesa rama de baobab, tuve mi primer gran encuentro con los ansiados felinos. Allí dormitaba plácidamente un hermoso leopardo. Aprovechando el aletargamiento diurno del animal y la distancia suficiente entre el árbol y el todo terreno (suficiente para no intimidarle) para observarlo un largo rato, bajo un sol abrasador y el acecho de las agresivas moscas tsé-tsé.

Cae la tarde en Tarangire.

No lejos de allí, la vida se concentraba en torno a las aguas del río Tarangire. Acudían jirafas, elefantes, gacelas, cebras, facóqueros… entre los termiteros y acacias anhelaba toparme con mi primer guepardo. No fue posible. A cambio, la tarde se remató con los primeros leones entre el bush (aunque también acostumbran a trepar a los árboles)… que gran recuerdo y que buenos safaris en Tarangire.

Elefantes, jirafas y cebras a orillas del Tarangire.

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