El Maid of the Mist lleva
desde 1846 dando duchas gratis. Bueno en verdad son los años que lleva
remontando el río Niágara hasta la base de la Cascada de la Herradura, la mayor
de las tres existentes en las Cataratas
del Niágara, pero el remojón final está garantizado. Aviso a navegantes (nunca
mejor dicho). Es cierto que le da si cabe más espectacularidad al crucero. Huelga
decir que debéis llevar la cámara bien protegida.
Otro aviso: no os asustéis cuando lleguéis a la cola que se forma para
tomar el barco, hay varios barcos y la cosa va más o menos rápida. Una vez a
bordo, preparaos para disfrutar de un bello recorrido por el río y de las panorámicas
fluviales de las cascadas, siempre diferentes. Aunque la cascada de la Herradura
es la meta final antes de regresar a puerto, la embarcación se aproxima primero
a la catarata americana (estadounidense más bien). El menor caudal permite una
mayor y mejor aproximación. De camino a esta cascada es posible sacar una
fotografía de las dos cascadas principales desde el curso del río. Todavía habrá
tiempo de contemplar infinidad de aves que sobrevuelan los saltos de agua, vuelan
de una orilla a otra a ras de agua o descansan apaciblemente en las rocas.
Desde la cascada americana el barco enfila hacia la caudalosa cascada
de la Herradura. Cuando el barco anterior sale de la niebla formada por la gran
cortina de vapor de agua, es el momento de prepararse para la aproximación. La perspectiva
de herradura o de C se pierde desde aquí abajo debido a la mala visibilidad
consecuencia del citado vapor de agua. El aire producido por el enorme caudal
que se desparrama desde el borde de la cascada, 53 metros más arriba, se
torna en fuerte viento al enfilar la salida natural de la garganta. Pero ello
no es óbice para que el barco sigua avanzando hasta que las capas de lluvia que
entregan a la entrada a todos los pasajeros se mecen con el viento hasta el
punto de imposibilitar sacar la cámara. Es entonces el momento de la ducha, el
barco se aproxima a la parte derecha de la base de la cascada y el vapor de
agua que hasta ahora hemos visto a modo de cortina en el frente empapa nuestras
caras a intervalos casi periódicos. “La dama de la llovizna”, que es como se
llama el barco, parece un nombre escaso para el chapuzón. Una vez remojado el
pasaje, es hora de regresar a puerto contentos y felices. ¡Al fin y al cabo no
todos los días se da un baño en el Niágara! La experiencia vale la pena.
Nota: el barco se toma en el lado canadiense.
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