Ya por la mañana, bajo un sol en este caso radiante que nos permitió
disfrutar del mismo frente de avance de hielo que la pasada madrugada pero con
todos los colores, decidimos acercarnos a otra de las lenguas del glaciar… Fue
sólo un espejismo. Lo del sol, no lo del glaciar. Como es costumbre en Islandia el tiempo cambia rápidamente y
en lo que tardamos en ir desde el centro de visitantes hacia la N-1 y tomar el
desvío a la izquierda que por pista de tierra se dirige directamente al
glaciar, las nubes hicieron acto de presencia. En el desvío, qué os voy a
contar, rezaba otro de esos nombres impronunciables que encontramos a lo largo
y ancho del país. Svínafellsjökull
indicaba (los hay peores la verdad) y para allá nos fuimos sin tiempo que
perder a través de esos 2
kilómetros de pista volcánica.
A diferencia de la aproximación a Skaftafellsjökull, la de
Svínafellsjökull permite recorrer el glaciar desde el lateral de una forma más
sencilla. Al menos durante la primera parte del sendero hasta que éste comienza
a complicarse y es preciso regresar. Ambas lenguas glaciares son como ya
comenté parte, junto a otras muchas, del mismo glaciar: el gigantesco Vatnajökull, el mayor de los glaciares
europeos (8.100
kilómetros cuadrados de campo de hielo). La pista de
acceso a Svínafellsjökull ofrece por cierto una excepcional panorámica frontal
de su vecino occidental Skaftafellsjökull.
La pista de lapilli termina en una explanada a modo de aparcamiento en
la que es posible dejar el vehículo a un paso del hielo.
En la zona de ablación (parte delantera de la lengua de hielo) el peso
del hielo y la gravedad hacen que el hielo avance empujado desde la cuenca de
alimentación (parte trasera) y el frente se vaya deshaciendo y formando una
laguna en la que los trozos de hielo flotan hasta deshacerse. Este es el primer
contacto que tuvimos con Svínafellsjökull, la laguna en la que flotaban los
icebergs. Llama la atención la cantidad de sedimentos que transporta la
morrena. Estos derrubios dan un aspecto sucio al hielo, que junto a las
tonalidades que en esa mañana adquiría el hielo entre nubes y claros,
confirieron una imagen un tanto fantasmagórica a este rincón bello del parque.
Aquí no ocurre como en la espectacular laguna Jökulsarlón, ésta es una laguna ciega que no comunica directamente con el mar dando salida a los icebergs.
Tras la toma de contacto con la laguna, un sendero asciende por el
margen izquierdo (derecha natural) de la morrena frontal. La piedra hace que
más que sendero se trate de escalones en la roca, pero no presenta gran
dificultad. El sendero sube ofreciendo unas panorámicas cada vez más aéreas y
amplias de toda la lengua glaciar. En la forma física de cada uno, experiencia
montañera y la existencia o no de hielo en la morrena, está el punto de retorno
por el mismo camino hasta el aparcamiento. Por breve que sea la caminata os
garantizo que merece la pena.
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