Cuando uno se adentra en el desierto del Este jordano poco a poco se va contagiando de la soledad y austeridad de los paisajes. Encuentra eso:
desierto. Pero es un paisaje árido diferente, sin dunas de arena ni formaciones
rocosas, es una gran planicie a unos 1.200 metros de
altitud que se extiende hacia Siria y, sobre todo, Iraq.
La carretera rectilínea que avanza cómodamente por el mismo desierto
donde antaño avanzaban los comerciantes a lomos de sus camellos y caballos
formando las conocidas caravanas del desierto llega tras un par de horas desde
Ammán a la ciudad de Azraq. La razón de ser de este asentamiento y su
estratégica ubicación, con su célebre castillo romano reconstruido por los
árabes durante las Cruzadas y que cuenta con Lawrence de Arabia como su más
famoso habitante (el castillo le sirvió como cuartel general durante la
Revolución Árabe), se comprende
rápidamente cuando llegamos a la entrada del Humedal de Azraq. Agua, mucha
agua, justo lo que hace falta en un desierto. Y eso que la extensión actual del
humedal es sólo el 6% de la original.
Este oasis para el hombre lo es también para la fauna y el humedal es
un punto estratégico para las especies de aves migratorias que se mueven entre
Asia, Europa y África. Azraq de hecho significa “azul” en árabe.
A comienzos del siglo XX se reintrodujo el búfalo de agua, pieza clave
del ecosistema manteniendo a raya el estrato herbáceo y es importante también
la presencia de un pequeño pez ciprinodontiforme de color atigrado, el killifish
de Azraq, muy amenazado y que curiosamente se trata del único vertebrado
endémico de Jordania. Un ambicioso proyecto de recuperación le salvó de la
extinción prácticamente segura.
Pero el mayor interés del humedal, aparte de las dos especies
vertebradas mencionadas, reside en las aves. En sus 12 kilómetros
cuadrados esta reserva creada en 1978 ofrece un abanico de especies
migratorias, residentes y especies raras. 280 especies han sido censadas en
Azraq, la mayoría migratorias. Las actuales láminas de agua se mantienen
inundadas artificialmente para garantizar la presencia de aves y de visitantes
(pocos) que se acercan hasta aquí a disfrutar de una más que interesante
jornada de birdwatching.
Destacan la abubilla de Lark, la curruca de Cetti, el pinzón del
desierto, el aguilucho lagunero, el correlimos menudo, la avoceta, el
chorlitejo chico, el halcón de miel y el aguilucho cenizo. Se observan otras
especies tan variadas como fochas, bulbuls, petirrojos, golondrinas o la gran
garza blanca. Una buena opción de visita desde la capital, especialmente si la
combináis con la cercana reserva natural de Shaumari, donde se pueden observar
diferentes mamíferos del desierto, desde oryx de Arabia hasta zorros, lobos,
caracal, hienas, chacales o gatos silvestres.
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