jueves, 22 de mayo de 2014

Wadi Rum, el desierto de Lawrence de Arabia


Hubo un tiempo, hace millones de años, en que todo esto estaba bajo el mar. De hecho, hoy éste no queda lejos pues Aqaba, el puerto jordano a orillas del Mar Rojo se encuentra a apenas 50 kilómetros al suroeste del considerado por muchos como el pedacito de desierto más bello del planeta. Después de varias visitas al Wadi Rum, cada vez estoy más convencido de esta afirmación. Pocos lugares encierran en tan pocos kilómetros (Wadi Rum tiene unos 60 kilómetros de largo y menos de la mitad de ancho) tan bella mezcla de arena y roca. Quizá me recuerde vagamente al Tassili argelino. En Wadi Rum no hay grandes dunas como en otros desiertos pero si una superficie arenosa de la que surgen auténticas montañas. Montañas que faltan en otros desiertos arenosos. En esta mezcla radica el éxito paisajístico local.
 
Caravana de dromedarios en el Cañón de Lawrence.



Wadi Rum, el “valle de la Luna” en arameo, es una lámina de finísima arena de la que emergen moles de granito y sobre todo arenisca que se levantan por encima de los 1.800 metros de altitud. La arena de Wadi Rum es amarilla, rosada, naranja y también roja. Depósitos de arena que el viento acumula contra las paredes rocosas hasta formar dunas de una sola vertiente. Montañas rojas, naranjas, blancas, marrones, amarillas… la paleta cromática se hace si cabe más extensa y todas o casi todas con el extraño aspecto fantasmagórico que les de el parecer gigantescos montones de barro secado a sol y de contornos difuminados. Hermosamente raro.



El Wadi Rum se encuentra habitado desde tiempos prehistóricos y también pasaron por aquí los nabateos, la tribu nómada árabe que unos kilómetros más al norte, a 1 hora y media de Wadi Rum, esculpió la ciudad más bella que ningún desierto haya visto jamás: Petra.

Íbices nubios

De su paso quedan pinturas rupestres, también del paso de caravanas comerciales que procedentes de Arabia y de Egipto atravesaban el Wadi Rum camino precisamente de Petra. Caravanas de camellos y caballos en la ruta de materiales tan preciados como el incienso y la mirra. También especias, oro y un sinfín de materiales hasta que Palmira relevó a Petra como ciudad clave en el comercio por Oriente y con ella Wadi Rum dejó de transitarse. En realidad nunca estuvo muy transitado, como tampoco ahora recibe masificaciones turísticas. Al Wadi Rum vienen los visitantes que desde media jornada hasta varios días se ponen en manos de los beduinos que actualmente viven en el pueblo de Wadi Rum y gestionan las incursiones en su desierto (en 4x4 o en camello). Wadi Rum es Patrimonio de la Humanidad y también un espacio natural protegido (1998) de enorme importancia. Destino de naturalistas, aficionados a la fotografía de paisajes, senderistas y escaladores.


Pero Wadi Rum es conocido sobre todo por la figura de un militar inglés que se unió a la causa árabe para luchar contra los otomanos, una pieza estratégica británica que lideró la Revuelta Árabe de comienzos del siglo XX con el objetivo último (y bien disimulado) de arrebatar el poder a los turcos en esta parte del mundo. Su nombre fue Lawrence de Arabia y consiguió su objetivo. Lawrence escogió el Wadi Rum como su base de operaciones. Aquí estableció su casa y su campo de acción que pasaba, sobre todo, por destruir el ferrocarril de vía estrecha por el que el imperio otomano desplazaba materiales y tropas a su paso por el Wadi Rum. Las vías del ferrocarril, una vieja estación e incluso un tren se pueden observar a la entrada de Wadi Rum.


Agua en el Cañón Khazali.

Buena parte de los parajes que se visitan recuerdan a la figura llevada a la gran pantalla por Peter O’ Toole. Desde el manantial de la Fuente de Lawrence a la casa de Lawrence, el cañón de Lawrence o la cara de Lawrence (esculpida junto a la del jefe árabe en una roca en el lugar donde solía instalar su campamento).

Además de estos populares rincones, no os perdáis los puentes de roca (existen un par de ellos a modo de arcos pétreos), ni el Siq Burrah (el más bello cañón del Wadi). Necesitaréis una excursión de al menos 5 horas en 4x4 pero bien vale la pena. Para el mayor de los arcos de piedra se necesita una excursión de 8 horas. Sea cual sea la duración de la visita los guías beduinos os explicarán cada rincón de su desierto: Khazali (un enstrecho cañón con aljibes naturales de agua), Um Ishrin, Khor Mharraq, Ar Raka, um Fruth, El Qattar, etc. no hay montaña ni rincón que no tenga nombre en este desierto de 720 kilómetros cuadrados (de los que sólo se puede visitar el tercio nororiental).



El núcleo de referencia a partir del cual se organizan las excursiones es el Centro de Visitantes. Su ubicación, frente a la enorme montaña bautizada como “Los Siete Pilares de la Sabiduría” en honor a la novela escrita por Lawrence de Arabia, ya justifica la visita. Aquí empiezan las excursiones por el desierto que, como os comentaba, se pueden prorrogar durante un par de horas o incluso días (no os perdáis la experiencia de dormir bajo un manto infinito de estrellas –muchas de ellas fugaces- en alguno de los campamentos beduinos que ofrecen esta posibilidad).
 
Los Siete Pilares de la Sabiduría
A lo largo de cualquier paseo por este desierto podréis comprobar cómo la flora intenta abrirse paso en duras condiciones climáticas y edáficas. A pesar de todo en Wadi Rum llueve muy de vez en cuando y en algunos lugares existen manantiales. Bajo el desierto se ha encontrado un acuífero de grandes dimensiones que se empezará a explotar a mediados de 2014 y se calcula suministrará agua a los 6 millones de habitantes de Jordania durante al menos 100 años. Mucha falta hace el líquido elemento en el cuarto país más seco del mundo.

A esta flora de hierbas, pequeñas flores, y algunas retamas que alcanzan el porte de arbusto acompañan incluso algunos árboles –como higueras salvajes- en puntos concretos (a la entrada del cañón Khazali por ejemplo). Y tal y como atesoran pinturas rupestres repartidas en paredes y cañones del Wadi Rum, aquí vivían avestruces y algunas fieras. Hoy se pueden ver chacales y alguna hiena, además de íbices del desierto (íbices nubios) encaramados a las rocas. Con suerte regresarán los órix de Arabia que se han reintroducido pero de momento sin éxito, pues parece que se movieron hacia tierras de Arabia Saudí. Águilas de Verroux, halcones, palomas, tórtolas, y un buen número reptiles si se ven con relativa facilidad.
Atravesando el Siq Burrah



No obstante a este desierto jordano no se viene a ver fauna, ni flora; se viene, sobre todo, a dejarse cautivar por la extrema belleza de su paisaje y ahí Wadi Rum puede presumir de ser uno de los más bellos desiertos del mundo. 

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