Hubo un tiempo, hace millones de años, en que todo esto estaba bajo el
mar. De hecho, hoy éste no queda lejos pues Aqaba, el puerto jordano a orillas del Mar Rojo se encuentra a
apenas 50 kilómetros
al suroeste del considerado por muchos como el pedacito de desierto más bello
del planeta. Después de varias visitas al Wadi
Rum, cada vez estoy más convencido de esta afirmación. Pocos lugares
encierran en tan pocos kilómetros (Wadi Rum tiene unos 60 kilómetros de largo
y menos de la mitad de ancho) tan bella mezcla de arena y roca. Quizá me
recuerde vagamente al Tassili argelino. En Wadi Rum no hay grandes dunas como
en otros desiertos pero si una superficie arenosa de la que surgen auténticas
montañas. Montañas que faltan en otros desiertos arenosos. En esta mezcla
radica el éxito paisajístico local.
Wadi Rum, el “valle de la Luna” en arameo, es una lámina de finísima
arena de la que emergen moles de granito y sobre todo arenisca que se levantan
por encima de los 1.800
metros de altitud. La arena de Wadi Rum es amarilla,
rosada, naranja y también roja. Depósitos de arena que el viento acumula contra
las paredes rocosas hasta formar dunas de una sola vertiente. Montañas rojas,
naranjas, blancas, marrones, amarillas… la paleta cromática se hace si cabe más
extensa y todas o casi todas con el extraño aspecto fantasmagórico que les de
el parecer gigantescos montones de barro secado a sol y de contornos
difuminados. Hermosamente raro.
El Wadi Rum se encuentra habitado desde tiempos prehistóricos y
también pasaron por aquí los nabateos, la tribu nómada árabe que unos
kilómetros más al norte, a 1 hora y media de Wadi Rum, esculpió la ciudad más
bella que ningún desierto haya visto jamás: Petra.
Íbices nubios |
De su paso quedan pinturas rupestres, también del paso de caravanas
comerciales que procedentes de Arabia y de Egipto atravesaban el Wadi Rum
camino precisamente de Petra. Caravanas de camellos y caballos en la ruta de
materiales tan preciados como el incienso y la mirra. También especias, oro y
un sinfín de materiales hasta que Palmira relevó a Petra como ciudad clave en
el comercio por Oriente y con ella Wadi Rum dejó de transitarse. En realidad
nunca estuvo muy transitado, como tampoco ahora recibe masificaciones
turísticas. Al Wadi Rum vienen los visitantes que desde media jornada hasta
varios días se ponen en manos de los beduinos que actualmente viven en el
pueblo de Wadi Rum y gestionan las incursiones en su desierto (en 4x4 o en
camello). Wadi Rum es Patrimonio de la Humanidad y también un espacio natural
protegido (1998) de enorme importancia. Destino de naturalistas, aficionados a
la fotografía de paisajes, senderistas y escaladores.
Pero Wadi Rum es conocido sobre todo por la figura de un militar
inglés que se unió a la causa árabe para luchar contra los otomanos, una pieza
estratégica británica que lideró la Revuelta Árabe de comienzos del siglo XX
con el objetivo último (y bien disimulado) de arrebatar el poder a los turcos
en esta parte del mundo. Su nombre fue Lawrence de Arabia y consiguió su
objetivo. Lawrence escogió el Wadi Rum como su base de operaciones. Aquí
estableció su casa y su campo de acción que pasaba, sobre todo, por destruir el
ferrocarril de vía estrecha por el que el imperio otomano desplazaba materiales
y tropas a su paso por el Wadi Rum. Las vías del ferrocarril, una vieja
estación e incluso un tren se pueden observar a la entrada de Wadi Rum.
Agua en el Cañón Khazali. |
Buena parte de los parajes que se visitan recuerdan a la figura
llevada a la gran pantalla por Peter O’ Toole. Desde el manantial de la Fuente de Lawrence a la casa de Lawrence, el cañón de Lawrence o la cara de Lawrence (esculpida junto a la del jefe árabe en una
roca en el lugar donde solía instalar su campamento).
Además de estos populares rincones, no os perdáis los puentes de roca
(existen un par de ellos a modo de arcos pétreos), ni el Siq Burrah (el más
bello cañón del Wadi). Necesitaréis una excursión de al menos 5 horas en 4x4
pero bien vale la pena. Para el mayor de los arcos de piedra se necesita una
excursión de 8 horas. Sea cual sea la duración de la visita los guías beduinos
os explicarán cada rincón de su desierto: Khazali (un enstrecho cañón con aljibes
naturales de agua), Um Ishrin, Khor Mharraq, Ar Raka, um Fruth, El Qattar, etc.
no hay montaña ni rincón que no tenga nombre en este desierto de 720 kilómetros
cuadrados (de los que sólo se puede visitar el tercio nororiental).
El núcleo de referencia a partir del cual se organizan las excursiones
es el Centro de Visitantes. Su ubicación, frente a la enorme montaña bautizada
como “Los Siete Pilares de la Sabiduría”
en honor a la novela escrita por Lawrence de Arabia, ya justifica la visita.
Aquí empiezan las excursiones por el desierto que, como os comentaba, se pueden
prorrogar durante un par de horas o incluso días (no os perdáis la experiencia
de dormir bajo un manto infinito de estrellas –muchas de ellas fugaces- en
alguno de los campamentos beduinos que ofrecen esta posibilidad).
A lo largo de cualquier paseo por este desierto podréis comprobar cómo
la flora intenta abrirse paso en duras condiciones climáticas y edáficas. A
pesar de todo en Wadi Rum llueve muy de vez en cuando y en algunos lugares
existen manantiales. Bajo el desierto se ha encontrado un acuífero de grandes
dimensiones que se empezará a explotar a mediados de 2014 y se calcula
suministrará agua a los 6 millones de habitantes de Jordania durante al menos
100 años. Mucha falta hace el líquido elemento en el cuarto país más seco del
mundo.
A esta flora de hierbas, pequeñas flores, y algunas retamas que
alcanzan el porte de arbusto acompañan incluso algunos árboles –como higueras
salvajes- en puntos concretos (a la entrada del cañón Khazali por ejemplo). Y
tal y como atesoran pinturas rupestres repartidas en paredes y cañones del Wadi
Rum, aquí vivían avestruces y algunas fieras. Hoy se pueden ver chacales y
alguna hiena, además de íbices del desierto (íbices nubios) encaramados a las
rocas. Con suerte regresarán los órix de Arabia que se han reintroducido pero
de momento sin éxito, pues parece que se movieron hacia tierras de Arabia
Saudí. Águilas de Verroux, halcones, palomas, tórtolas, y un buen número
reptiles si se ven con relativa facilidad.
Atravesando el Siq Burrah |
No obstante a este desierto jordano no se viene a ver fauna, ni flora;
se viene, sobre todo, a dejarse cautivar por la extrema belleza de su paisaje y
ahí Wadi Rum puede presumir de ser uno de los más bellos desiertos del mundo.
Maravilloso .Me encantaría volver y hacer la excursión más larga
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