Dependiendo de la fuente consultada las dimensiones
de este valle marroquí oscilan entre los 100 y los 200 kilómetros de longitud. Yo me inclino por la
segunda opción e incluso diría que se queda corta. Sobre la anchura mejor no
hablar pues es bastante variable en una orografía repleta de gargantas,
cañones, desfiladeros, meandros y tramos abiertos. Su belleza es mesurable y en
eso si se ponen todos de acuerdo.
El valle del
Draa, en las puertas del Sahara, es el valle más famoso de Marruecos. Reúne todos los requisitos
para ser también el más representativo del país. El río Draa, de cuyo curso principal se derivan canales de irrigación
para llevar el agua algo más allá de unas orillas de gran fertilidad donde
abundan los frutales, nace en el Alto Atlas de la confluencia de los río
Ouarzazate y Dades, y se dirige al sur hasta fundirse con la arena del
desierto. El elemento más representativo del valle son las palmeras datileras
-que crecen por miles, cientos de miles- formando imágenes de gran plasticidad,
imágenes que ilustran a la perfección cualquier enciclopedia a la hora de
definir un oasis. Las laderas montañas y los escarpes rocosos que flanquean el
discurrir del río componen un telón de fondo perfecto. Una lección de geología
con pliegues, levantamientos y estratos casi perfectos.
Es un valle apacible, de temperaturas frías en la
noche y altas en el día, grandes contrastes propios de la zona desértica en la
que se encuentra. El río amortigua el termómetro diurno y la diferencia con los
valles del Dades al norte y las dunas
del Erg marroquí al sur es notable.
Es un valle hoy tranquilo pero antaño sometido a
conflictos étnicos que han dejado una arquitectura excepcional de ksars (alcazabas) y kasbahs (ciudades fortificadas) de barro y adobe
como Tamnougalt, Timiderte, y tantas otras. Algunas han sucumbido tras el
abandono a la fuerza de la gravedad y poco quedan de sus muros.
Las noches en el valle son magníficas y dormir a
cielo abierto invita precisamente a no pegar ojo hasta que despunte el sol.
En las
montañas de Tizi-n-Tinnififft en medio de un paisaje mineral se esconde un
pequeño vergel originado por la bella cascada
de Tizgui. El acceso es cómodo por una pista en perfecto estado que, bien
indicada, parte de la carretera general Agdz-Ouarzazate. Es un sitio encantador
para dar un paseo y caminar un poco por la garganta de la que emana la cascada.
Muchos de los que defienden la tesis de los 100 kilómetros de extensión sitúan el arranque del
valle a partir de Agdz, donde el río cambia los escarpes del Anti Atlas del Jebel Saghro por las montañas más suaves del Jebel Bani y las palmeras dan la mano a la arena del desierto en Zagora y Mhamid. La fusión del valle con el desierto del Sahara está
consumada. ¿Y el río? Pues también se funde hasta desaparecer bajo las arenas
para discurrir subterráneo 600
kilómetros antes de verter sus
aguas al Atlántico.
La estratégica situación del valle del Draa fue
desde siempre una importante vía de comunicación entre las arenas y las
montañas, lugar de paso de las legendarias caravanas del desierto -hoy formadas
por 4x4 buscando aventura-, de rutas de comerciantes… Cuando lleguéis al valle
no vengáis de paso, venid a quedaros, al menos el tiempo suficiente para
conocer un buen ejemplo de oasis donde los dromedarios que formaban esas
caravanas viven hoy en semilibertad.
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