Impalas en las alturas de Mlilwane. |
La Reserva Natural de Mlilwane,
conocida como la madre de la naturaleza suazi, se disfruta generalmente desde
sus planicies. La mayoría de los visitantes que se acercan a este santuario de
vida salvaje de Suazilandia se
quedan en las faldas de la montaña que protege por el norte este bello
territorio. Aquí se quedan disfrutando de las manadas de herbívoros, observando
desde el sillín de la bicicleta cómo se zambullen los hipopótamos una y otra
vez en las lagunas. La mayor, de hecho, se llama la piscina de los hipopótamos
(la misma donde tuve mi encuentro multitudinario de abejarucos). Observando
cómo los cocodrilos pasan horas y horas tumbados al sol, sin moverse; cómo
podemos mezclarnos a lomos de un caballo, con un grupo de cebras o cómo
aproximarnos caminando a un grupo kudus sin que éstos salgan huyendo
despavoridos.
Pocos son los que disfrutan Mlilwane desde arriba, desde la
perspectiva cenital que ofrece la llamada “Ruta
de montaña”. La excursión se realiza en un 4x4 abierto dos veces al día por
poco más de 20 euros. La primera a las cinco de la mañana, todavía de noche,
para subir a la cima justo a disfrutar de la salida del sol. Un momento siempre
mágico en África. La segunda por la tarde, con el tiempo preciso para realizar
un breve safari fotográfico antes de emprender la subida por la pista que se
retuerce una y otra vez en la ladera para ganar altura y llegar a tiempo de
brindar en la puesta de sol.
Cae la tarde en Nyagato sobre el valle de Mantenga. |
Durante la subida la primera gran visión se disfruta desde el balcón
natural de Nature’s corner. Imponente.
Después se sigue subiendo y se pasa junto al pico Siketsha donde
pastan algunos ñus e impalas. Sorprende también ver alguna pequeña manada de
cebras dando buena cuenta de la hierba que crece en las empinadas laderas. Son
los mismos animales que se acostumbra a ver en las planicies africanas pero en
un entorno totalmente diferente. Es, cuando menos, curioso. La totalidad de la
reserva se disfruta desde el mirador Bird’s
eye, muy cerca de la pequeña planicie de Nyagato. No hay mejor lugar para detener el vehículo y bajarse para
disfrutar del atardecer. Yo llegué cuando el sol que acababa de poner, pero con
la luz suficiente para quedarme sin aliento con esta panorámica de 360 grados,
entre herbívoros que pacen en estos prados de altura, rodeado de aloes de
montaña que crecen entre afloramientos rocosos donde salta el klipspringer y se
mueve a sus anchas el reedbuck de montaña.
Aloes de montaña. |
Hacia el norte, a la izquierda el perfil de las montañas Njunju rock face y a mis pies, el valle del río Usushwana. Todo lo que
tengo delante de mis ojos forma parte de otra reserva natural, colindante con
Mlilwane. Se llama Mantenga y hacia
allí iré mañana. Quiero conocer su famosa cascada y un poco más de la cultura
suazi.
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