Y en ésas estaba yo tan relajado, tumbado plácidamente en la fina y cegadora arena de Cayo Levantado cuando algunas barcas de los pescadores de Samaná pasaban cerca de donde el resto de bañistas y yo, disfrutábamos de las aguas cristalinas de este hermoso cayo dominicano.
Lo bueno es que las barcas llevaban en torno a ellas una escolta de mi
interés: decenas o más bien centenares de pelícanos
pardos del Caribe. Las aves eran un auténtico espectáculo. Alzaban el vuelo
y se lanzaban en picado como enormes arpones tras la captura de los peces.
Probablemente a los pescadores no les hiciera tanta gracia pero yo estaba
disfrutando como un niño. Huelga decir que el bronceador y la piña colada en
este momento de relax después de una intensa mañana de whalewatching con las
ballenas jorobadas, pasaron rápidamente al segundo plano. Alternando cámara y
prismático, disfrutaba con el espectáculo acrobático de natación sincronizada
que los pelícanos me ofrecían. Hablo en primera persona, pues el resto de
bañistas seguía a lo suyo.
En menor medida pero me recordaban por momentos a los alcatraces
sudafricanos de El Cabo cuando la migración de las sardinas llevan a
impresionantes cardúmenes de estos clupeidos hasta la costa del sur de África y
miles de alcatraces, junto a delfines, tiburones, etc. y otras aves marinas se
dan un auténtico festín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario