El valle de Ordesa se
vuelve mágico siempre que llega la estación de los colores. Este valle oscense,
uno de los cuatro que forman el parque
nacional de Ordesa y Monte Perdido, es sin duda uno de los iconos de la
naturaleza española, no sólo por su carácter pionero junto a la Montaña de
Covadonga en esto de la protección de espacios naturales, sino por ser
probablemente (esto es opinión mía) el valle más bello del país. Ordesa fue el
segundo parque nacional creado en España en 1918, y lo fue principalmente por
la espectacularidad de este valle, al que rindió pleitesía Lucien Briet
promoviendo su conservación.
Seguramente buena culpa del amor del francés por este valle pirenaico
se forjara en otoño, cuando la gama de colores que van adquiriendo sus laderas
hacen que los adjetivos para describirlo sean en vano. Sólo estando allí y
caminando entre sus hayas, avellanos, abedules, serbales, arces… es posible
comprender la definición colorista de la palabra “Otoño”.
Existen más, pero dos son las formas que os recomiendo para
recorrerlo. Para los buenos caminantes y con toda la jornada por delante
(aunque siempre se puede hacer noche en el refugio de Góriz), desde la pradera de Ordesa tomar la empinada senda de los Cazadores y recorred la faja de Pelay hasta el circo de Soaso para regresar después
por el fondo del valle hasta el punto de partida. Pocas rutas senderistas en
España se pueden comparar con ésta.
La segunda opción, apta para todas las formas físicas, es comenzar a
caminar valle arriba por la larga pista que va junto al río Arazas. En el límite de cada uno está el decidir el momento
para darse la vuelta. Los más animados llegarán hasta las cascadas de las Gradas de Soaso o la Cola de Caballo, por encima ya de
bosques multicolores y coníferas. Antes de las Gradas de Soaso, bajo la
frondosidad forestal, la senda ofrece mil y un motivos para pararse: miradores,
cascadas, panorámicas del valle, etc.
Es una ruta para disfrutar con mayúsculas, para hacer en familia, para
apreciar cada detalle del hayedo, del bosque atlántico y, de paso, de pinos y
abetos que crecen en el valle de Ordesa. Para acercarse hasta las frías aguas
del Arazas y quedarse ensimismado con saltos de agua como el de la cascada de la Cueva, la cascada del Estrecho… no despertéis de
este sueño de colores.
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