lunes, 29 de noviembre de 2010

Vuelo panorámico del Everest. Frente al techo del mundo


Sin duda uno de los principales atractivos de Nepal es el Everest. La forma “tradicional” de verlo consiste en realizar el trekking que lleva hasta el campo base. Para ello hay que tener buena forma física, buena aclimatación y las semanas necesarias para esta, por otra parte fascinante, experiencia. Los más afortunados lo conocen aun más de cerca al escalarlo.


Muchos años han pasado desde que el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay (1953) hollaran la cima más alta del mundo (8.850 metros). Más aun desde que, si fuera cierto, los ingleses George Mallory e Irvin lo hicieran por primera vez en 1924. Si los británicos hicieron o no cumbre en el Chomolungma (Everest) nunca lo sabremos. O quizá si, cuando aparezca la cámara de fotos que podría desvelar el misterio. Sus cuerpos fueron encontrados cerca de la cima hace poco en una expedición organizada para hallarlos, pero de la cámara de fotos, de momento nada.


Actualmente es mucho más sencilla y menos sacrificada la contemplación del Everest. Se trata de la experiencia que permite sobrevolar el Himalaya y el Everest mediante alguno de los vuelos panorámicos turísticos (Mountain flight) que a diario despegan del aeropuerto de Katmandú. Previo pago de unos 160 dólares a alguna de las compañías que lo organizan (Yeti airlines, Buddha Air, etc.), sólo se requieren tres cosas: la cámara de fotos, condiciones climatológicas aptas y una enorme paciencia en el aeropuerto.


El vuelo dura unos 45 minutos y permite contemplar algunas de las máximas alturas del planeta. Se vuela sobre los picos nevados de la vertiente nepalí de la cordillera del Himalaya (Shisha Pangma, Cho-Oyo, Sagarmatha –Everest-, Lhotse, Makalu, etc. También se observan: Annapurnas, Manslu, Kanchenjunga, etc.). Las ventanas de los pasajeros permiten una excelente contemplación de este mar de picos por encima de 6.000 metros de altitud, si bien están bastante rayadas y la calidad-nitidez fotográfica puede dejar mucho que desear. La experiencia y las sensaciones, eso si, no tienen ni un arañazo. Una vez sobre el Himalaya, el piloto permite acceder de uno a uno a la cabina para contemplar una panorámica mayor (y con cristales limpios y transparentes). ¡Inolvidable!


Los vuelos se realizan cada mañana desde las 6,30 horas hasta las 10 h., cuando las condiciones meteorológicas son más benignas. Es preciso tener en cuenta que el Everest está situado a más de 200 kilómetros de Katmandú y que, además hay una diferencia de altitud considerable entre la capital de Nepal (1.400 metros) y el Everest (8.850 m.) con lo que las condiciones de visibilidad sólo se conocen con certeza tras el vuelo de inspección que las compañías realizan antes de fletar el primer vuelo con pasajero. Las condiciones son además muy cambiantes y la cordillera, y especialmente los picos más altos, pueden cubrirse de nubes o despejarse en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. A eso hay que unir el tráfico del aeropuerto, la dudosa coordinación de slots, etc… incluso con la tarjeta de embarque en la mano te pueden cerrar inesperadamente la puerta de embarque y cancelar el vuelo en las narices. Como de hecho ocurrió con dos de los tres aviones en los que íbamos. Suerte que al día siguiente los otros dos aviones pudieron mostrar la belleza de Chomolungma a sus pasajeros... En cualquier caso bien vale la pena intentarlo, pues el Everest no se tiene cara a cara todos los días.
Os dejo algunas fotos con las que trato de mostraros la belleza del Himalaya, el Everest (foto apertura) y el vuelo panorámico (a pesar de los arañazos en el cristal…).

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